He decidido hacer un experimento para mostraros lo que siente un perro cuando utilizamos técnicas de adiestramiento basadas en la confrontación, imposición, desafío o lucha. No estoy tan mal de la cabeza como para utilizar un perro en éste experimento.
Aprovechando la fiesta mayor de mi localidad, decidí que era buen momento para llevar a cabo lo que tenía en mente. En realidad, cuando iba de camino a la zona de fiestas, se me encendió la bombillita de las ideas y me pase todo el camino pensando en los pros y los contras de mi idea, ganaron los pros, con lo cual, no me pareció para nada descabellada llevar a cabo esta experiencia.
Ya en la zona de fiestas y después de reunirme con mis amigos, nos decidimos a tomar una copa. Era el momento que estaba esperando para realizar lo que tenia en mente. Pedimos nuestras copas y empezó la acción. Por supuesto mis amigos no sabían nada de todo esto, pero un famoso adiestrador se había colado entre ellos y como no también uno de sus perros. Yo era el adiestrador y un amigo mio era su perro.
Con nuestras copas en la mano empezó la clase de modificación de conducta de mi perro (amigo).
Cada vez que mi amigo se llevara su copa a los labios, yo debía hacerle entender que era ese comportamiento el que debía modificar, debía hacerle entender que no me gustaba que bebiera.
Ya tenía a mi compañero levantando su brazo para llevarse el vaso a su boca. Ese era mi momento, y haciendo lo que recomiendan los encantadores de perros en TV, le di un ligero golpecíto en un costado, con mi mano en posición de garra. Tenia entendido que este golpecíto es para distraer al perro, y lo único que conseguí, es que mirara hacía otro lado, evitando un conflicto. Es curioso, pero sin saberlo se había metido de lleno en el papel de perro.
Seguimos a lo nuestro con nuestra charla festiva, y me di cuenta que volvía a repetir el mismo comportamiento, volvía a llevarse la copa a su boca. Pero hay estaba yo para hacerle saber que ese comportamiento no era el correcto. Cuando el vaso rozaba sus labios, volví a darle otro ligero toque para evitar ese comportamiento. No lo conseguí, pero imito mi acción y me devolvió el toquecito.
Era evidente que no comprendía mi comportamiento, y tampoco se lo podía explicar. Los perros no entienden el lenguaje de los humanos.
Como ya dije en artículos anteriores, los perros utilizan su lenguaje (Señales de calma). Este perro hablaba nuestro lenguaje y podía utilizar la palabra para comunicarse conmigo, así que no tardo en hacerlo. Cuando volvía a llevar el vaso a su boca, repetí mi corrección y ahí fue cuando me dijo con palabras. Tío, para de darme golpes que no soy un perro!!!!. Entonces le contesté que a los peros no se les trata a golpes. Pobrecito, no entendía nada. Normal, ¿como iba a entender que le diera esos golpes?.
Le di unos 5 minutos de tregua y en cuanto vi que repetía la acción de dar un trago a su bebida, volví a decirle que eso no me gustaba, me miro con cara de Dinio (confundido) y volvió a pedirme que no le diera más golpes. Lógicamente, mi comportamiento lo estaba sacando de sus casillas y no entendía el porqué de mis ligeras agresiones.
Pasada una hora y después de un duro ejercicio de modificación de conducta, decidí alargarlo un poco más. Mi amigo perrete seguía sin saber que es lo qué quería de él, y el por qué de tantas agresiones. Me miraba de reojo, intentando predecir una nueva corrección. Pero no fue así, en cuanto se acerco su vaso a la boca, lo volví a corregir con mi super garra, una garra poderosa que debería solucionar todos los problemas. Después de ese toque, me pidió por favor que no le diera mas golpes, que tenía el costado dolorido y que lo estaba molestando.
Así continuó parte de la noche, hasta que ya me dijo super enfadado que parara de una vez, llegando incluso a intentar agredirme, en broma por supuesto, pero lo intento.
Con esto, solo intentaba que se pusiera en la piel de un perro, que comprobara que las técnicas encantadoras de encantadores de perros, no son nada amables y mucho menos comunicativas.
Si no le hubiera explicado a mi amigo el porqué de mi comportamiento, seguramente todavía estaría pensando el porque de mis correcciones descolocantes.
Decidí hacer esto, para que mi amigo se diera cuenta qué, lo que ve en la tele no es nada productivo para el perro, y que deteriora el vinculo con su dueño o compañero.
También intento con esto qué, os pongáis en la piel de mi amigo y si podéis ir mas allá, y en un ejercicio de empatia os ponéis en el lugar del perro, os daréis cuenta lo mucho que puede llegar a sufrir un perro con estas técnicas ( solo hablo de golpes, no de collares de ahogo). Por no hablar de que podríais volveros locos al no entender el porqué de tanto toquecito, desvío de atención o corrección.
Seguro que no querríais ser un perro y estar cerca de un adiestrador que no os aporta nada, solo dolor.
Programas como el encantador de perros, pueden ser ideal para ganar audiencia, eso es indiscutible. Pero lo de la televisión entendida como terapia curativa, y como sustitutiva de un centro de educación canina u otro profesional, es un sonrojante cuento chino.